
La jornada matinal del sábado significó un salto cualitativo importante con respecto a los tres días anteriores y el nivel volvió a ser bastante alto. Empezando por la película que oficialmente clausura el Festival, aunque nunca para los acreditados, ya que oficialmente el pase de prensa es a primera hora de la mañana. Se trata de la esperada (y temida) The Thing de Matthijs van Heijningen Jr., en principio una precuela, pero también un remake y un homenaje al clásico de John Carpenter. Se sitúa por terrenos muy parecidos a la original, quizá no centrándose tanto en el aspecto de paranoia que tenía aquella a cambio de enorgullecerse de ser una monster movie de ley. Al final con los remakes, reboots y demás está pasando lo que podríamos llamar un «síndrome de aceptación», y no es el primer caso (véase El origen del planeta de los simios o Noche de miedo) por que, a pesar de que sus existencias no tengan a priori mucho sentido, los resultados comienzan a ser efectivos, y el miedo poco a poco a perderse.
La película del Festival, presentada fuera de concurso, y que ya había ganado el premio a mejor dirección en el Festival de Cannes, también era la más esperada de un servidor desde hacia meses, y en cuanto terminé su visionado sentí la satisfacción no ya de expectativas cubiertas, sino ampliamente superadas, en la que desde ya se ha convertido en una de las imprescindibles de la década y que casi hace pensar como se sintieron los espectadores que vieron El silencio de un hombre de Jean Pierre Melville en su día. Se trata de Nicolas Winding Refn y Drive, de la que lo primero que quiero decir es que siendo un título que bebe de muchísimas fuentes, no tiene comparación ni referente directo. No existe un precedente claro. Su director, uno de los que me parece más interesante de los últimos tiempos, ha ido perfilando su estilo, dando palos aquí y allá, tanteando, en películas tan apasionantes como imperfectas, todas ellas con detalles magistrales siempre pero hasta ahora nunca redondas. Con la historia de este conductor de coches, especialista de cine pero también metido en turbios asuntos, interpretado excelentemente por Ryan Gosling, que cuando conozca el amor -más platónico que otra cosa- dejará que un torrente de emociones naveguen por su hasta ese momento robótica existencia hasta revelarse como una suerte de justiciero un tanto psicótico, Refn ha logrado un título que roza la perfección, o al menos eso les parecerá a los que comparten gustos generacionales con él. Momentos de una belleza plástica descomunales, una banda sonora sobresaliente, un reparto repleto de regalos, de Christina Hendricks a Ron Perlman, de Carey Mulligan a Russ Tasmblyn… Drive es ese tipo de películas que elevan no solo el nivel de un Festival, si no el de todo el año cinematográfico en general.
La sesión sorpresa de cada año este quedó muy bien cubierta con Killer Joe, de William Friedkin, en el cual su director vuelve a dar rienda suelta a su cinismo y mala uva adaptando una obra de teatro manteniendo el estilo de su previa Bug. En una historia digna de Jim Thompson, un padre y su hijo contratan a un asesino (y también policía), el Joe del título, interpretado por Matthew McConaghey, para que eliminen a la madre del primero y ex-esposa del segundo, para así cobrar un seguro. Al no poder pagarle con dinero el adelanto le ofrecen a la otra hija de la presunta víctima, una joven un tanto especial. El tono de comedia negra irá in crescendo a lo largo del metraje hasta que la pantalla quede repleta de una patulea de seres desagradables que merecen el peor de los destinos. Friedkin parece haberse acomodado en un estilo de cine que le va como anillo al dedo para ir finalizando su carrera y donde se desenvuelve a la perfección.
Simpatiquísima resulto ser Troll Hunter, falso documental noruego en el que tres jóvenes planean efectuar una grabación sobre la caza del oso pero acaban envueltos en la captura de una criatura mucho más emocionante y desconocida para la mayoría de seres humanos. Repleta de ideas ingeniosas y un gran sentido del humor, pero también de unos fantásticos monstruos y algunos momentos bastante estremecedores, ha sido una de las sorpresa más agradables del Festival. Por cierto, su última escena es antológica.
La maratón nocturna vio alterado su orden debido a un problema con los subtítulos de Emergo de Carles Torrens, que finalmente se vio programada casi a las cuatro de la madrugada. Es un cuento de poltergeist grabado con cámaras de video que intentan recrear la sensación de realidad y se beneficia de un guión bien documentado en el tema y muy inteligente y con un par de momentos de horror muy buenos, pero se va un poco lastrada por el clásico final de susto facilón que precisamente a esta historia, no le pega nada.
El callejón, de Antonio Trashorras, es una obra deliberadamente camp en la cual Ana de Armas es asediada por un asesino en una lavandería en un callejón oscuro y semi-vacío a altas hora de la snoche. Es de suponer que está repleta de metalenguje y referencias y sin ellas no será posible disfrutarla: ese es mi caso, simplemente me pareció una tontería.
Monster Brawl, de Jesse T. Cook, desaprovecha un concepto que podría ser divertido (un campeonato de wrestling entre diversas criaturas del fantástico, desde vampiros a hombres lobo) en la hora y media más larga y tediosa del festival, sin gracia, sin ritmo y con un humor de parvulario espantoso, de la cual lo único que se puede destacar son sus efectos de maquillaje.
En esta categoría
Lupita Nyong’o se une al spinoff de Un lugar tranquilo
Ganadores del Festival de Sitges 2022
Festival de Sitges 2022: Imágenes del sábado 15