
Flojita jornada, para comenzar la semana, la que dio de si el lunes. Y eso que el inicio de la mañana no pudo empezar de la mejor manera gracias a la contundente The Yellow Sea, de Na Hong-Jin. Un taxista de un barrio pobre fronterizo entre China y Corea del Sur acepta encargarse de un asesinato en Seúl pero se ve envuelto en una trama de traiciones y mentiras. De excelente ritmo, la película tiene unas escenas de acción vibrantes y espectaculares, y el resultado final es convincente y compacto. En Hollywood se han hecho con los derechos para un remake.
La cosa empezó a flojear con la tediosa Hara-Kiri: Death of a Samurai, de Takashi Miike, remake de la legendaria película del mismo título. Haciendo uso de unos efectos tridimensionales de lo más inútiles (y que dificultaron a más de uno el visionado de la cinta, debido a la excesiva pérdida de brillo), Miike parece haber intentado caminar el sendero que ya andó el año pasado con la mucho más recomendable Thirteen Assasins. Tiene sus momentos de interés, como prácticamente todo lo que dirige Miike (el primer Hara-Kiri con espada de madera resulta de lo más doloroso hasta para el espectador), pero no le hace la más mínima sombra a la película que recrea.
Uno no termina de entender como Bellflower, de Evan Godell, se ha terminado colando en la sección oficial a competición cuando es carne de Novas Visions y huele a sobras de Sundance. Un par de chavales obsesionados con construir un coche al estilo de los de Mad Max mantienen relaciones con dos chicas, una de ellas traicionará a su pareja y le acercará al sendero de la locura. Los personajes no resultan interesantes, las actuaciones no son convincentes y su último tercio es probablemente lo peor que he visto durante el año.
Smuggler, de Katsuhito Ishii, sin ser un maravilla, al menos resultó simpática. Adaptación de un popular manga, narra la historia de un chaval que debido a sus deudas de juego comienza a trabajar para un gángster el cual le coloca como ayudante de un matón para efectuar ciertos «trabajitos». Como comedia resulta en ocasiones un tanto incomprensible, pero se beneficia de su espectacularidad y su hiper-violencia.
La maratón nocturna dio inicio con Dark Souls, de Céssar Ducasse y Mathieu Peteul, que está cosechando éxito crítico por doquier y personalmente no terminé de entender para nada el por que: esta historia sobre una infección provocada por un alquitrán negro que propagan unos misteriosos hombres con monos de trabajo de fábrica me resultó muy difícil de digerir, solo salvando el humor con el que los directores impregnan todo el conjunto.
No es que Seconds Apart sea una gran maravilla, pero al menos el título de Antonio Negret tenía una cierta actitud más adecuada para maratones y una historia con potencial, lastrada por una rimbombante realización y un look de baratillo que en ocasiones echaba un poco para atrás.
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