
Fue una de las revelaciones del pasado Festival de Sundance y es fácil explicarse el porqué: Another Earth, de Mike Cahill, ha sido una de las mejores propuestas de la sección oficial, y probablemente terminará siendo una de las películas más recordadas de este 2011. Se descubre que existe un planeta idéntico al nuestro orbitando a nuestro alrededor: sus habitantes son una versión alternativa de nosotros mismos. Con ese telón de fondo, Rhoda, una joven que acaba de salir de la cárcel tras haber provocado la muerte de una mujer y su hijo por conducir alcohólica, intentará redimir sus errores y «encontrarse a si misma», de un modo tanto simbólico como literal. La actriz Brit Marling es desde ya la revelación de este Sitges 2011, literalmente bordando su papel, secundada de modo muy notable por William Mapohter (el inquietante Ethan de Perdidos) en el papel del hombre al que dejó sin familia. Ciencia ficción alegórica y humanista.
Les contes de le nuit, de Michel Ocelot, narra seis cuentos de animación en 3D utilizando técnicas de oscuridad e intensos colores. Tiene narraciones más interesantes que otras, pero en líneas generales no es un plato al gusto de todos los paladares, a un servidor se le agotó enseguida la propuesta y desconectó enseguida de ella.
La esperada Verbo, de Eduardo Chapero-Jackson, se trató finalmente -tras mucho tiempo pendiente su estreno- de una propuesta mucho más arriesgada de lo que pudiera parecer a simple vista. Tiene un inicio prometedor, donde sobresale el talento de su descubrimiento Alba García. Pero cuando finalmente entra en terrenos simbólico-fantásticos cercanos a el imaginario de Neil Gaiman la cosa chirría por momentos, aunque logra salir airosa de situaciones que a priori eran para echarse a temblar -las canciones rapeadas, la introducción de elementos de animación en el film-. Sus último tercio es extremadamente moralizante y un tanto repelente, resultando hasta molesto. Es una pena. Pero se trata de una producción diferente y a pesar de sus -muchos- defectos, no creo que se merezca (o al menos solamente) el cinismo con el que ha sido recibida.
El homenajeado -este sin duda, con todo merecimiento- Ching Siu Tung ha presentado The Sorcerer and the White Snake, película de fantasía y aventuras con bastante romance, mucho drama y algo de comedia, fórmula que le dio a conocer en el mundo entero gracias a que esa fórmula catapultó a la fama su saga Una historia china de fantasmas. En esta ocasión la historia corre por senderos parecidos, cuando una demonia serpiente se enamore de un humano y un monje budista cazador de demonios -el legendario Jet Li- se interponga entre ellos. Un poco la misma historia que todos conocemos, con muchos efectos especiales y dirigida por un clásico en el género.
Que Kim Ki Duk no se encuentra en el mejor momento de su carrera es de hace tiempo un secreto a voces. El director lo lleva al extremo en su documental Arirang, insoportable hora y medio de presunta masturbación creativa donde el otrora reputado director de Hierro 3 exagera su estado de ánimo hasta llevarlo a extremos del psico-drama. Solo interesará a sus fans, me temo.
Maratón nocturna en mi querido cine Prado compuesto de dos películas de episodios. La primera de ellas, de fuerte toque «british», Little Deaths, se mueve en sus tres relatos entre el horror, la escatología y el sexo, destacando muy por encima de las otras dos la dirigida por Simon Rumley, todo un clásico del Festival (The Living and the Dead, Red, White and Blue).
La segunda, The Theatre Bizarre, compuesta de siete episodios dirigida por gente tan variopinta como David Gregory, Tom Savini o Richard Stanley, juega más al grand-gignol y tiene más toques de humor y gore, resultando todavía más apetecible que la anterior. Su relato más destacado es Vision Stains, de Karim Hussain, director con cierta aura de malditismo que ojalá encuentre la manera de sacar a buen puerto sus proyectos, siempre que tengan la calidad de éste.
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