
Hace casi tres años, te ofrecimos en este web una entrevista con los directores de La furia de Mackenzie. Ahora se estrena en cine, lo que sirve de dato para ilustrar lo que ha costado llevar este film a la gran pantalla, partiendo únicamente del esfuerzo de su equipo. Hoy hablamos con el propio Mackenzie, el actor Rubén «Cucaracho» Hernández, que también se encarga del diseño artístico del film, y de los efectos especiales. ¿Listos para sentir el bigote?
Pregunta: Al principio no estabas muy convencido de ser el protagonista…
Rubén: Pues no, no soy actor… Yo lo que quería era hacer monstruos y tirarle cubos de sangre a la gente, pero un par de cervezas bastaron para convencerme. En realidad se me puede convencer de cualquier cosa con un par de cervezas.
P: ¿Cómo se creó el personaje, a partir del guión? ¿Tomasteis algún referente?
R: Cuando me “convencieron” el personaje ya estaba bien definido, y a pesar de que traté de darle un toque personal son evidentes las referencias a Bruce Campbell, Bruce Willis o… Bruce Lee. De todos modos te voy a contar un secreto: el título lo teníamos de antes, de un corto del que sólo teníamos el nombre, un western crepuscular. Cuando, a los años, decidimos hacer una peli ochentera de monstruos en una casa, con un héroe talega de por medio, reutilizamos el título. Así que el nombre le tocó por suerte. Mackenzie, un preso fugado que es conducido a la silla eléctrica… Tiempo después nos enteramos de que en Texas existía un tipo muy peligroso que había huido de la prisión durante un huracán y había desaparecido para siempre. ¡Y se llamaba Mackenzie! Y aunque sea totalmente desintencionado es cierto: nombrar a Mackenzie en Texas es nombrar al diablo.

P: La película se ha visto en varios festivales, pero llega al cine con escenas nuevas. ¿Qué ha cambiado?
R: Ahora tengo más talega y menos pelo… En realidad hay varias cosillas nuevas incluyendo saltos, explosiones y un flash-back en el que me tuvieron todo el día en pelotas… Ya sabéis, la clásica escena de duchas de la prisión; cuerpos desnudos, se cae el jabón y «oh, vaya, ¿puedes recogerlo?». Estas escenas nuevas nos las pedía el cuerpo. La idea con la que hemos trabajado al final ha sido «sí, vale, vamos a esforzarnos cada uno un poco más para dejar la peli como nos gustaría, para que nos podamos sentir orgullosos». Como dicen los directores todo el día, ante todo somos espectadores, y nos hemos tragado un buen montón de serie B, así que habrá que utilizar esos conocimientos para dejar la peli lo más entretenida posible.
P: Cuando la gente vea Rubén “Cucarasho” Hernández en los créditos, se preguntará de dónde viene tu sobrenombre.
R: El Cucarasho era el prota de un tebeo que empecé a dibujar hace mucho tiempo con la ayuda de Campano, una especie de «espiderman» chunguero en una Sevilla post olímpica dirigida por Soledad Becerril y asolada por tunos ninja. Y supongo que el ir siempre de negro y mi falta de higiene también tuvo que ver.
P: Además de actuar, también te encargaste de los FX. ¿Cómo fue la creación y el diseño de los monstruos y alguna escenografía?
R: Félix me pasó unos dibus de los monstruos y a partir de ahí nos pusimos manos a la obra. Lo chungo fue hacerlo sin un duro. Hicimos 10 monstruos con 25.000 pesetas (sí, todavía existían). Campano cuenta que en Estepona habló con un director extranjero (del que no desvelaré el nombre más que nada porque no lo recuerdo) que le preguntó por el precio y flipó. Cuando Campano le preguntó que cuánto había costado el hombre-lobo que salía en su película el tipo le dijo: «mira, mi monstruo ha costado más de 12.000 euros y es una mierda y los vuestros no han costado nada y están de puta madre». Aunque claro, se lo contó en inglés, y no me fiaría mucho de la traducción de Paco… Durante dos o tres meses estuvimos en mi estudio encerrados haciendo moldes para las caras y manos. Los dientes y garras los esculpíamos directamente en poliuretano… Lo más grotesco son los cuerpos, que están cubiertos con -no sé si me conviene contar esto- esparto oscurecido. En cuanto a la construcción de decorados, tampoco hay tanto. Sobre todo es el interior de la nave. Recuerdo que para hacerlo sólo teníamos 20-40 euros (sí, ya habían desaparecido las pesetas) y teníamos que hacer hasta la cápsula de reencarnación criogénica… Con cosas como estas uno aprende a apreciar el corcho blanco y la basura de las cubas.

P: Ya tienes experiencia en este asunto, habiendo trabajado en otros proyectos.
R: He hecho un poco de todo…He vendido muñecos de barro en la calle, marionetas para teatro, efectos para cortos y alguna que otra peli, maquillajes y cabezas cortadas para la tele, y ahora tengo una pequeña empresa “Mas Mack FX” que trato de sacar adelante, aunque por ahora sin mucho éxito.
P: ¿Stan Winston, Rick Baker, Tom Savini…?
R: ¡Uff! la transformación del hombre lobo de Baker es una de mis preferidas, con ese rollo artesano todavía… influencias muchas: aún flipo con pelis como las de Harryhausen, sueño con comprarme un cortacésped por culpa de Braindead y fantaseo con bichos estilo Jim Henson… Y el Savini… cómo mola el tío: “¡Pégale otro tiro a esa mujer de ahí, mira, tiene el tembleque!…”
P: ¿Habrá más Mack?
R: Según tengo entendido cada uno de los tres directores tiene sus propios delirios y he escuchado de todo, desde una precuela, a lo «Pat Garret y Billy el Niño» entre Mack y Apolo, con invasión zombie hasta Mackenzie en Chernóbil. Imagináos, Mackenzie luchando contra una explosión nuclear… ¿Quién ganará?
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