CineFantastico.com ha acudido por tercera vez consecutiva a un festival que ya nos tiene conquistados: un lugar donde recuperar algunas películas obviadas en el Festival de Sitges (¡vaya una suerte que se publique el cartel de Molins antes de que empiece el otro! Como facilita los programas personales) y poder ver otras totalmente al margen de los circuitos comerciales -salvo alguna afortunada-, regalando la oportunidad de descubrir nuevas joyas del fantástico. El leitmotiv de esta edición -como siempre acompañado de una magnífica promo- estaba dedicado a las fobias. Comentamos los seis títulos que pudimos ver en esta edición:

Black Mountain Side, de Nick Szostakiwskyj, transita por terrenos ya conocidos por el espectador habitual del fantástico, siendo en general una revisión de La cosa de John Carpenter. O quizá mejor deberíamos decir de El enigma de otro mundo, la fuente original de la anterior, de Christian Nyby, ya que la criatura sobrenatural también es dada a la conversación con los humanos antes de someterlos. Un grupo arqueológico encuentra una rara estructura en una zona aislada en las montañas canadienses y al manipularla despiertan a una extraña criatura muy anterior a la raza humana. Al perder la comunicación con el exterior, la paranoia y la desconfianza harán mella en el grupo hasta que empiece a bullir la tragedia poco a poco. De ritmo lento, tiene un par de momentos resultones pero resulta dañada en general por su parquedad de medios y cierta falta de inventiva narrativa.
Bite, de Chad Archibald, la cual también pudo verse en Sitges en esta edición, es una de las propuestas gore de la temporada, ese tipo de película donde el terror siempre queda por debajo del asco, y en este caso aderezado con unas gotas de humos negro que resultan bienvenidas. Durante una fiesta de despedida de soltera unas amigas se bañan en un estanque y una de ellas es picada por una rara variedad de mosquito que provocará que, al regresar a la ciudad, vaya mutando lentamente y convirtiéndose en una criatura insectoide que, para más inri, pone sus propios huevos, y lentamente empezará a dejarse llevar por sus propios instintos. Una suerte de simpático, asqueroso y bastante menor homenaje a La mosca que destaca por sus locas ganas de buscar la arcada en el espectador. Si lo consigue o no, ya dependerá del rodaje de cada uno ante este tipo de filmes.
La maratón de las 12 horas de terror dio inicio con la simpática Howl, de Paul Hyatt. Un revisor de tren un tanto atolondrado y con madera de perdedor tendrá que asumir un nuevo rol mucho más valiente y heroico cuando el tren en el que trabaja se detenga en mitad de la campiña inglesa y comience a ser asolado por un hombre lobo, teniendo los pasajeros que luchar por su supervivencia y donde se encuentran los clásicos “diferentes roles” de este tipo de películas (el arrogante cobarde, el gordito gracioso, la entrañable pareja de ancianos, la guapa interés-romántico del protagonista, etc…) los cuales, como puede uno suponer a estas alturas, van cayendo -en su mayoría- poco a poco en su lucha por aguantar hasta el amanecer… Tan funcional como cumplidora.

The Hallow, de Corin Hardy, no termina de aprovechar los elementos a su favor (una mitología fascinante y, a ratos, verdaderamente terrorífica) para ser un título de los más destacados de la temporada, pero aún y con esas resulta digna de mención. Un joven matrimonio que recién estrenan paternidad se mudan a los bosques irlandeses por motivos laborales; los lugareños de la zona les advertirán que no traten de perturbar a las criaturas que viven en la zona. A pesar de que parece ser una leyenda local, tras un intento por parte de algo de secuestrar a su bebé les podrá en alerta. El envoltorio recuerda al de la reciente serie de tv sueca Jordskött, aunque en este caso prefiere convertirse en un correcalles más bien convencional (o tal vez mejor llamarlo correbosques) no por ello falto de brío e interés. Recomendable, pero deja la sensación de que podría haber dado más.
Turbo-Kid, del trío François Sinard, Yoann-Karl Whissell y Anouk Whissell, es una película dirigida específicamente a ese público nostálgico del estilo de los años 80 que tan en boga parece seguir estando (parece una moda que se niega a desaparecer, y ya dura…) en la línea, por ejemplo, de la reciente Kung Fury. En un futuro post-apocalíptico, un chaval eternamente pegado a su bicicleta encuentra el traje de un antiguo super-héroe de cómic y entablará amistad con la entrañable Apple (Laurence Lebouf, la mejor de la película), la cual guarda un sorprendente secreto. Ambos se verán abocados a la lucha contra un tiránico villano (Michael Ironside, para darle más empaque al tono retro) en cuyo pasado hay un vínculo con nuestro protagonista. Mientras que no se puede negar que resulta simpática, pide a gritos que pases por alto sus defectos precisamente por eso, por su simpatía. Para según qué días.
La joya de la corona -sin contar la proyección de Pesadilla en Elm Street que proyectaron para homenajear a Wes Craven, obviamente- fue la divertidísima y a la postre ganadora Deathgasm, de Jason Lei Howden. Un joven metalero se traslada a una nueva ciudad donde hará buenas migas con otro aficionado al heavy un tanto impredecible y se enamorará de una atractiva compañera de clase; pero cuando den con las partituras de un tema musical de una antigua estrella de la guitarra que sirve para efectuar una invocación infernal, se desatará el caos en la localidad. Un humor un tanto gamberro y desacomplejado, buenos personajes, gags perfectamente integrados, más que correctas interpretaciones y mucho amor por el metal en una de las sensaciones festivaleras de la temporada.


Palmarés Terrormolins 2015:
Mejor Película: ‘Deathgasm’, de Jason Lei Howden.
Mejor Dirección: Paul Hyett por ‘Howl’.
Mejor Actriz: Elma Begovic por ‘Bite’.
Mejor Actor: Milo Cawthorne por ‘Deathgasm’.
Mención Especial del Jurado: ‘Excess Flesh’, de Patrick Kennelly.
Premio del Público: ‘Turbo Kid’, de François Simard, Anouk Whissell & Yoann-Karl Whissell.
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