El cine fantástico español, al igual que el resto de géneros en este país, está caracterizado por la falta de industria cinematográfica y sus correspondientes estructuras económicas. En un principio, se añade el elemento terror a los films policíacos para, posteriormente, desarrollar el género propiamente dicho.
Primero se trata de coproducciones con otros países (principalmente Italia) o de versiones cómicas de monstruos, dejando para unos años después la entrada real al género.
La torre de los siete jorobados (1944) de Edgar Neville se considera la primera cinta de género en España, debido a la presencia de fantasmas en la trama. Sin embargo, su relación es bastante tangencial, por lo que los auténticos pioneros llegarían unos años después.

En 1965, Jesús Franco rueda Miss Muerte, y en 1967, Paul Naschy interpreta por primera vez al licántropo Waldemar Daninsky en la Marca del Hombre Lobo, de Enrique López. Ambos abren el fuego y se convierten en leyenda del género nacional (e internacional).
Inmersos en la sociedad de la época, los films tienen ciertas connotaciones religiosas, y la censura provoca que las producciones finales difieran de las originales, a veces tanto que se pierden elementos de la trama. (No olvidemos que estamos en plena dictadura fascista del gobierno de Franco. Las versiones íntegras eran exhibidas en otros países, hasta que la censura también prohíbe estas «dobles versiones», perjudicando notablemente los beneficios de este tipo de cine (y las inversiones en él, claro).
Una gran película que tuvo muchos problemas con la censura fue la Residencia (1969), dirigida por Narciso Ibáñez Serrador, uno de los clásicos del terror patrio. No obstante, el largometraje supuso un salto del nivel económico de las producciones, que logró un gran éxito en taquilla y animó a la producción de los años que estaban por venir, que serían los más prolíficos del género. Durante estos años, los principales directores siguen enfoques muy distintos. Mientras el guionista y actor Paul Naschy, junto al director argentino Leon Klimovsky se preocupan de dar un aire literario a sus films, Jesus Franco se acerca al género en una especie de tebeo llevado a la pantalla, en el que se rinde homenaje a los mitos por todos conocidos.
De forma similar, el cine fantástico de esa época en México se aleja bastante de lo literario, para centrarse simplemente en horribles monstruos malvadísimos y de nula personalidad. Mientras, en España, otros autores como Amando de Ossorio, Carlos Aured o Javier Aguirre cultivan el género, dando un toque muy «sui generis» que diferencia el cine español de las producciones extranjeras, de presupuesto muy superior. Para estas producciones también se cuentan con actores especializados en el género. Aparte del ya mencionado Paul Naschy, destacan Narciso Ibáñez Menta, Jack Taylor, Antonio Mayans, Howard Vernon, Mirta Miller, Helga Liné o Patty Sheppard.

Una característica similar de los dos enfoques antes mencionados es la mezcla de mitos, más por exigencias de cara a su comercialización que por propia iniciativa de los creadores. En la mayoría de los films uno puede ver como Drácula se codea con Frankenstein, o como el Hombre Lobo conoce al Dr. Jekyll. En 1970, Naschy y Klimovsky estrenan la Noche de Walpurgis, que se acaba estrenando en multitud de paises de forma comercial, lo cual no es usual en el cine español (hasta entonces, lo normal era que estas películas tuviesen esa segunda version pseudo-erotica de la que hablamos antes, que era estrenada en cines X o cine clubs).
Pero durante los 70, no todo fueron monstruos clásicos. En 1971, Eloy de la Iglesia dirige la Semana del Asesino, y en 1973 haría lo propio con Una Gota de Sangre para Morir Amando, una «exploit» de la Naranja Mecánica de Kubrick. Los templarios de Béquer son protagonistas de las Noches del Terror Ciego (1972) de Amando de Ossorio (film que tendría nada menos que 3 secuelas). Otros films destacados de la época son el Jorobado de la Morgue (1972), la venganza de la Momia (1973) y No Profanar el Sueño de los Muertos (1974), una versión hispana de la Noche de los Muertos Vivientes, coproducida con Italia e Inglaterra.
Con el final de los 70, llega también el ocaso de esta era dorada del panorama fantástico español. El público y las productoras optan por otros géneros, y Pilar Miró impide el control sobre las multinacionales, acabando con más de 60 productoras nacionales. Durante los años 80, poco se puede destacar, excepto varios intentos de Naschy por revivir a su famoso licantropo Waldemar Daninsky en algunos films (entre ellos la coproducción hispanojaponesa la Bestia y la Espada Mágica en 1983).
Algún horrible acercamiento al cine de ciencia ficción como en el Caballero del Dragón, la parodia Aquí Huele a Muerto (Pues Yo No He Sido) en la que se nuevamente se hace un acercamiento cómico al género, incluyendo todos los arquetipos existentes, y contando con la propia participación del omnipresente Naschy. El director Juan Piquer estrena Mil Gritos Tiene la Noche (1982), Slugs, Muerte Viscosa (1987) y la Grieta (1989), las tres con producción norteamericana. El mismo director estrena la Mansión de Cthulhu en 1992, una floja adaptación de los inquietantes primigenios creados por H.P. Lovecraft (poca suerte ha tenido el escritor con las adaptaciones sobre su obra, no sólo en España), que fue directamente a los videoclubs. También en coproducción con los EEUU dirigiría José Ramón Larraz Descanse en Piezas (1987) y Al Filo del Hacha (1988), dos muestras de gore hispano. Pero aparece en 1992 Álex de la Iglesia con su primer largometraje, Acción Mutante para acabar con el paupérrimo panorama. Gore castizo y humor negro, que coincide en las carteleras con la repulsiva Supernova (1993) de Juan Miñón, una serie z de ciencia ficción realizada aprovechando el tirón de la cantante Marta Sánchez.

El éxito de Acción Mutante anima a otros creadores. Destaquemos la Matanza Caníbal de los Garrulos Lisérgicos (1993) una fresca serie Z dirigida por Antonio Blanco (con la colaboración de miembros de Def Con Dos, Killer Barbies y Siniestro Total), Justino (1994), un psycho killer cañí donde los haya, interpretado por Saturnino García, o Atolladero (1995), una adaptación del cómic. Ese mismo año, Alex de la Iglesia vuelve con el Día de la Bestia, pura fiesta para el aficionado que consagra al joven director (no sólo en España). En 1996 regresan Franco y Naschy. El primero lo hace con Killer Barbys, con los miembros del grupo musical como protagonistas. El segundo lo hace, como no, con Licántropo, que iba dirigida al público internacional (de hecho, se estrenó en contadísimas salas españolas, dentro de festivales del género).
También durante el 96, Alberto Sciamma estrena la Lengua Asesina, cuyo mayor interés era ver juntos a Robert Englund (Pesadilla en Elm Street), Melinda Clarke (Mortal Zombie) y Doug Bradley (Hellraiser). Durante el 97, la suerte se reparte. Mientras los hermanos Ibarretxe y el dúo Fernando Cámara/David Alonso pasan inadvertidos con Sólo se Muere 2 Veces y Memorias del Ángel Caído, respectivamente, Agustín Villaronga llamó ligeramente la atención con 99.9, y Álex de la Iglesia estrena Perdita Durango, que tendría más éxito en su tardío estreno internacional que en su andadura por las carteleras españolas. Desde luego, no estamos ante una nueva época dorada para el género, pero podemos decir que corren buenos tiempos para el cine fantástico español, y que ojalá sean aún mejores pronto.
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